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Foto del escritorIvonne Lozada

De los países de primer orden y otras especies en peligro de extinción

Actualizado: 9 jun 2023

Lcda. Ivonne Lozada, Vicepresidenta del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico-

 

Esta semana escuchaba decir a un analista, con relación a la controversia del zoológico de Mayagüez, que todas las ciudades de primer orden en el mundo tenían un zoológico y que Puerto Rico no merecía menos. Pensé en cuán errada era su noción de lo que hace a un país ser de “primer orden”. Lo primero es que un zoológico ni siquiera nos hace buenos seres humanos, mucho menos un buen país.

Necesitamos crear mayor conciencia de nuestra propia existencia como puertorriqueños. Por más de un siglo nos han repetido que somos puertorriqueños primero y luego “ciudadanos norteamericanos”, no norteamericanos, si no poseedores de ciudadanía americana. Pero esa definición de quiénes somos resulta simplista e incompleta. Somos esencialmente puertorriqueños, caribeños, latinoamericanos y luego tenemos ciudadanía norteamericana.

Los puertorriqueños vivimos una constante necesidad de afirmar nuestra identidad sin entender en ocasiones que nuestra identidad social y cultural, nuestras raíces, tienen más en común con la historia de América Latina, del Caribe e incluso la de Haití que con la historia de los Estados Unidos. No hay duda de que hoy, luego de 125 años nos unen lazos con los Estados Unidos, particularmente lazos familiares con puertorriqueños de la diáspora quienes han creado sus propias historias de migración, identidad y resistencia fuera de nuestra isla.

Hay tanto de Puerto Rico que nos hace grandes. La canción “En mi Viejo San Juan” se convirtió en un ícono mundial de la fortaleza del migrante latinoamericano y pareciera que incluso México vive más orgulloso de esa realidad que nosotros mismos, convirtiendo el himno en una de las composiciones más importantes del cancionero mexicano. Hay tanto que nos hace grandes pero que resistimos ver por insistir en mirarnos en los espejos de realidades ajenas.

Esta semana, coincidiendo con la conmemoración de los 106 de la ciudadanía americana en Puerto Rico, hablaba de que mi abuela cumpliría 126 años. Nació en el 1897, justo un año antes de la invasión norteamericana, cuando todavía éramos colonia española. Quizás esa cercanía a mi abuela, una de las mujeres y personas más importantes de mi vida, me permitió conocer un Puerto Rico que se ha ido desvaneciendo junto con la generación de mi abuela, la de mi padre que también cumpliera 99 años este mes, y con la memoria colectiva del país.

Vivimos en tiempos donde la identidad nacional se limita al orgullo competitivo en el deporte, en los certámenes de belleza y en la farándula musical. No entender quiénes y por qué somos, nos limita entender nuestro lugar en el mundo como caribeños, latinoamericanos y puertorriqueños. Esto frente a una necesidad urgente de expresarle a gritos al mundo que sobre todas las cosas “SOMOS BORICUAS”.


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